El
virus de la leucemia felina (VLFe, FeLV en inglés) es un retrovirus que infecta
a los gatos. El VLFe se transmite entre los gatos infectados a través de la
saliva o las secreciones nasales. Si no es derrotado por el sistema inmune del
animal, el virus puede llegar a ser mortal. Este virus causa un tipo de cáncer
de las células sanguíneas, los linfocitos, es decir una leucemia. La leucemia
es un cáncer de los leucocitos, las células encargadas de proteger al organismo
frente a las infecciones. Por ser este uno de los síntomas que puede producir
el retrovirus más extendido entre la población felina. Este virus constituye un
grave riesgo para los gatos domésticos, ya que además de contagioso, es
responsable de un amplio abanico de enfermedades mortales, tanto cancerosas
como no cancerosas. Su prevalencia depende
de factores como el tipo de hábitat o forma de vida (gato casero o con acceso
al exterior), etc. Existe variabilidad entre los
países y afecta a todo tipo de felinos. No hay predilección sexual siendo
el rango de edad de presencia
del virus más habitual del año a los 5 años. No existe riesgo
de contagio a humanos u otros animales.
¿Qué es el VLFe?
El virus de la leucemia felina es un retrovirus, es decir, un virus que guarda su información genética como ARN. Cuando invade una célula, realiza una copia de esta información en forma de ADN, que penetra en el núcleo de la célula invadida y se integra con su material genético. El virus pasa así a perpetuarse en el organismo infectado. Existen otros retrovirus que también causan graves enfermedades en el gato, como el virus de la inmunodeficiencia felina (VIF), muy similar al virus de la inmunodeficiencia adquirida humana (SIDA). El virus de la leucemia felina fue aislado por primera vez en los años 60, y afecta en todo el mundo tanto a gatos domésticos como a felinos salvajes. En Europa, la prevalencia del virus en gatos sanos se estima entre un 1 y un 5%, mientras que en gatos enfermos aumenta a un 13-18%. No obstante, hay una gran variabilidad según los países y otros factores como el hábitat urbano o rural, o el tipo de vida (callejera o doméstica) que lleve el gato. Las presencia del virus va desde el 18% de gatos sanos en Italia al 0,7% en Suiza, cifras que aumentan significativamente en el caso de gatos callejeros urbanos. Es el retrovirus subfamilia de los oncovirus más extendido entre la población felina. Sensible a todos los desinfectantes, con rápida inactivación fuera de su hospedador lo que en cierto modo, dificulta el contagio y facilita su control.
Signos y
síntomas
Los signos y síntomas de la infección del virus de la leucemia felina son bastante variados e incluyen pérdida de apetito, deficiencias en el pelaje, infecciones de la piel, la vejiga y el tracto respiratorio, enfermedades bucodentales, convulsiones, linfadenopatía (inflamación de los ganglios linfáticos), lesiones en la piel, fatiga, fiebre, pérdida de peso, estomatitis, gingivitis, dejar de usar la caja de arena, pancitopenia, aseo pobre, enfermedades bacterianas y virales recurrentes, anemia, diarrea, e ictericia.
Diagnóstico
El test más utilizado es el Elisa para la detección de anticuerpos, es conveniente repetirlo pasados de entre 2 a 3 meses para comprobar si el animal se ha inmunizado contra el virus expulsándolo también de su cuerpo o si por el contrario, se ha hecho portador del virus. Existen otras pruebas veterinarias aún más seguras y fiables para confirmar la presencia o no del virus de la leucemia felina como la IFA o la PCR. Ambas sirven para confirmar tanto los resultados positivos como para detectar falsos negativos. El test debe realizarse por tanto a todos los gatos susceptibles de haber estado expuestos al virus, especialmente aquellos de origen desconocido (recogidos de la calle o de una protectora, comprados en una tienda, nacidos de gatas “de exterior”...). Es importante confirmar tanto los positivos, repitiendo el test al cabo de varias semanas o con otro método diferente, como los negativos en el caso de gatos que presenten sintomatología que pueda estar relacionada con el virus de la leucemia felina.
- ELISA (prueba de inmunoabsorción enzimática). Es el test que se utiliza habitualmente en las clínicas veterinarias. Se realiza en una muestra de sangre del gato (no hay suficiente fiabilidad en muestras de saliva o lágrimas). Este test detecta la presencia de antígeno en la sangre, y puede identificar estadios iniciales de la infección, cuando el gato todavía es capaz de eliminar el virus. Por lo tanto, como no da indicación de si se trata de una viremia transitoria o permanente, un positivo en ELISA deberá confirmarse al cabo de varias semanas.
- IFA(inmunofluorescencia directa). Analiza la presencia de antígeno en las células infectadas (linfocitos y plaquetas). Detecta la presencia del virus cuando la infección es ya irreversible, por lo que suele utilizarse para confirmar positivos en ELISA, y no es eficaz para identificar los primeros estadios de la infección.
- PCR (reacción en cadena de la polimerasa). Detecta de modo directo el ADN del virus integrado en las células invadidas, en muestras de sangre, médula ósea y otros tejidos. Es una técnica de gran utilidad para detectar infecciones latentes, que pasan desapercibidas con los otros dos métodos. Como contrapartida, es más complejo de llevar a cabo y no se encuentra disponible tan ampliamente con el test ELISA.
Algunos gatos puede permanecer asintomáticos
durante años, y la frecuencia y gravedad de los síntomas cuando se presenten es
muy variable. Aunque algunos desarrollan rápidamente graves enfermedades, otros
pueden vivir con muy buena calidad de vida durante meses o años con el cuidado
y los tratamientos sintomáticos adecuados. Algunos de los trastornos más
comunes son:
- Fiebre, letargo, inapetencia, pérdida de peso.
- Infecciones oportunistas víricas, bacterianas y parasitarias.
- Enfermedades de la sangre (anemias)
- Linfomas y leucemia
- Enfermedades dentales y bucales (gingivitis, estomatitis...)
- Enfermedades oculares (uveitis...)
- Trastornos digestivos, respiratorios, renales, neurológicos, reproductivos, dermatológicos.
Los gatos infectados con VLFe pueden ser focos de
la infección. Los gatos se pueden transmitir el virus entre ellos a través la
saliva, el contacto sexual, las mordeduras entre gatos, a través de una caja de
arena o un plato de comida usado por un gato infectado (raramente ocurre). Esto
quiere decir que un gato positivo en VLFe podrá transmitir el virus a otros
gatos por medio de las heridas causadas en peleas, y también compartiendo
comida, agua y bandeja sanitaria, o al lamerle en sesiones de aseo mutuo. Dada
la fragilidad del virus, es muy poco probable el contagio en clínicas
veterinarias, exposiciones, cheniles de guarderías o protectoras, etc., etc. Además
la gata puede transmitir el virus a sus cachorros durante la gestación y por
medio de la lactancia. El VLFe causa la inmunosupresión en gatos domésticos, y
hay también evidencias de la existencia del virus en grandes poblaciones de
felinos salvajes (por ejemplo el lince, el guepardo, y el león). Abrumadoras
evidencias epidemiológicas sugieren que VLFe no se transmite a los humanos ni a
los perros. Esta afirmación se basa en el hecho de que un perro doméstico de
cada cinco vive con un gato, aproximadamente, y todos los gatos domésticos
viven con humanos y no se conoce ninguna infección. Aproximadamente el 0,5% de
los gatos domésticos portan permanentemente el VLFe, aunque muchos más gatos
(>35%) tienen anticuerpos IgG específicos lo cual indica que han estado
expuestos anteriormente al virus y ha desarrollado inmunidad en lugar de la
infección. Los
gatitos pueden nacer con el virus, habiéndolo contraído de su madre en el
útero. La incidencia de la infección es mucho mayor en los gatos de ciudad,
callejeros o mascotas, que en los gatos rurales. En general existe una prevalencia
inversamente proporcional a la edad: a mayor edad, menor riesgo
de contagio (excepto gatos muy ancianos con otras enfermedades en curso que les
debiliten y les hagan susceptibles de contagio).
Resistencia a la infección: aproximadamente un tercio desarrollarán
inmunidad (la posibilidad de que esto ocurra aumenta si son gatos adultos
sanos). Pueden tener algún tipo de sintomatología como procesos febriles,
inactividad, sueño excesivo… hasta que desarrollen esa inmunidad contra el
virus de la leucemia felina. Durante este periodo de expulsión del virus,
pueden darse falsos positivos en las analíticas, por lo que deben repetirse
entre 2/3 meses después de la primera prueba, para descartar la presencia del
virus y verificar la inmunidad y expulsión del mismo de nuestro gato.
Infección regresiva: otro tercio de los gatos que estuvieran en
contacto con el virus de la leucemia la eliminarán de su sangre y saliva, pero
el virus quedará latente en su médula ósea u otros órganos. Este estado de
latencia del virus no se detecta con los test habituales pero existen pruebas
veterinarias específicas que lo comprueban. Si el virus se queda latente, puede
reactivarse aprovechando un momento de enfermedad y debilidad de nuestro gato.
Pero lo más habitual es que jamás dé ningún síntoma durante la vida de nuestro
gato o incluso, lo elimine al paso de unos años.
Infección progresiva: otro tercio de los gatos expuestos al virus de
la leucemia felina quedarán infectados de por vida. La sintomatología es
similar a la sufrida durante la resistencia a la infección pero, en este caso,
la repetición de las pruebas analíticas confirmará que el virus ha quedado
instalado en nuestro gato (procesos febriles, inactividad, sueño excesivo…).
Según estudios, los gatos estarán asintomáticos de entre 2 a 4 años, siendo
susceptibles de contagio de otras enfermedades relacionadas con la leucemia
felina tras ese tiempo. Sin embargo, la experiencia de particulares con gatos
positivos hace que muchos de ellos, viviendo felices en un hogar, sean las
“excepciones” a esta norma estadística.
Existe una
vacuna contra el virus de la leucemia felina para proteger aún más a
nuestros gatos negativos, sobre todo si van a tener contacto con el exterior o
con otros gatos que así lo tengan.
Clínica
La infección evoluciona pasando
por varias etapas: Desde
el contagio, puede pasar desapercibida o ser
asintomática. Una vez se activa la
leucemia, tiene un desarrollo particular según distintos factores
individuales de cada gato (descritos en éste y otros
apartados del presente artículo):
- Al inicio, generalmente cursa con linfadenopatía generalizada, fiebre ligera, anemia, leucopenia y trombocitopenia e infecciones secundarias frecuentes.
- Posteriormente, hay un desarrollo de diferentes cuadros sintomatológicos según los órganos que se vean afectados.
- En la etapa final de la enfermedad, cursará con enfermedades asociadas a la inmunosupresión y a procesos inmunomediados (anemia, poliartritis, oculopatías, neuropatías...)
El lapso de tiempo entre la
activación de la primera fase y la terminal, tras un periodo variable de
inactivación, puede variar desde meses hasta 5 años o más. Tanto el curso de la
etapa de latencia como de la de la activación, depende de varios factores: edad y salud del gato en el momento de la infección,
salud actual del gato, posibilidad de exposición a infecciones, etc.
Prevención
Existen vacunas para la prevención del VLFe. Como
sucede con todas las vacunas, su eficacia no se puede asegurar al 100%, por lo
que los veterinarios no suelen recomendar la convivencia entre gatos positivos
y gatos negativos, aunque estos estén vacunados y la vacuna proteja con
garantía a un porcentaje muy alto de gatos. La mayoría de los veterinarios
recomienda también vacunar contra el VLFe a todos los gatos, especialmente
aquellos que tienen acceso al exterior, pero también a los que no salen de casa.
¿Qué ocurre cuando un gato negativo entra en contacto con el virus?
Si el gato no está vacunado y entra en contacto
con el virus de la leucemia felina, no siempre quedará infectado. Como ocurre
con cualquier otro virus, el organismo puede reaccionar y evitar la infección o
no tener éxito y contraerla, dependiendo de factores tales como el estado del
sistema inmunológico, la edad del gato, la cepa del virus o la severidad de la
exposición. La infección ocurre con mayor frecuencia en gatitos muy jóvenes o
muy mayores, o en gatos de cualquier edad con las defensas debilitadas por
enfermedad, medicación o estrés. Los gatos adultos con un sistema inmunológico
saludable son los más resistentes al virus. El tratamiento fundamental es la prevención: buena alimentación, calendario
de vacunación y desparasitación al día, prevenirle de la exposición a otras
enfermedades, evitarle situaciones de estrés.
Tratamientos
Lo esencial para cuidar a un gato positivo en el
VLFe es protegerle de la exposición a otras enfermedades, asegurar una buena
nutrición, vacunarle regularmente contra otras enfermedades, evitar situaciones
de estrés, controlar los parásitos internos y externos y el tratamiento
temprano de cualquier síntoma que aparezca. Aunque no existen tratamientos
específicos para la leucemia felina, algunos medicamentos, como el interferón y
otros inmunoestimulantes pueden ser de utilidad para mantener el sistema
inmunológico del gato en buen estado. El veterinario indicará los tratamientos
apropiados para los distintos síntomas y enfermedades que puedan presentarse. No existe un tratamiento con
medicamentos específico para la leucemia felina. Existen distintas
posibilidades: antibióticos de amplio espectro contra infecciones secundarias,
análogos de los nucleótidos para interferir en la replicación del virus,
quimioterapia contra los linfomas (interferón, ciclofosfamida, vincristina,
prednisolona), irradiaciones, transfusiones y transplante de médula ósea…
siendo siempre nuestro veterinario el que, conociendo la historia y a nuestro
gato, indicará las pautas a seguir con él.
Convivir con un gato positivo en el
VLFe
Los gatos positivos en el virus de la leucemia
felina pueden vivir entre varios meses y varios años. Aunque hace años se
recomendaba la eutanasia para los gatos positivos, no hay ninguna razón para
hacerlo cuando estos gatos pueden vivir largos periodos de tiempo sin presentar
ningún síntoma. La adecuada colaboración de dueños y veterinarios puede también
ayudar a mantener una buena calidad de vida cuando comiencen a presentarse
problemas. Hay que tener en cuenta, no obstante, que no es conveniente que
convivan con gatos negativos y tampoco que tengan libre acceso al exterior. La
única razón de estas recomendaciones no es evitar la transmisión del virus,
sino también prevenir el peligro de que contraigan enfermedades o parásitos que
comprometan su delicada situación. Tras décadas de investigación, no se ha
encontrado evidencia de que el virus de la leucemia felina pueda transmitirse a
especies no felinas, como los humanos o los perros. No obstante, se recomienda
que los gatos positivos no convivan con personas con problemas inmunológicos,
como es el caso de portadores del virus del SIDA.
El virus de la inmunodeficiencia felina y el VLFe
son de misma familia, y a veces se confunden. Sin embargo, ambos virus se
diferencian en muchos aspectos. Sus formas son muy diferentes: el VLFe es más
circular, mientras que el VIF es alargado. Los dos virus son también bastante
diferentes genéticamente, y sus capas de proteínas difieren en tamaño y
composición. Aunque muchas de las enfermedades causadas por el VLFe y VIF son
similares, las formas específicas en las que son causadas también difieren.
Además mientras que el virus de la leucemia felina generalmente causa una
enfermedad sintomática en un gato infectado, el gato infectado por VIF puede
permanecer completamente asintomático toda su vida.
Enfermedades frecuentemente asociadas a la leucemia felina
Una vez se activa la leucemia
felina (bien gatos portadores que
la tenían latente y que debido a una situación de inmunodepresión o estrés la
han desarrollado o bien gatos infectados tras pasar el periodo asintomático de
la enfermedad) hay gran variabilidad de síntomas y gravedad de
los mismos.Una vez en este punto de la
enfermedad, algunos de los síntomas más frecuentes son
fiebre, anemia, inmunodepresión, letargo, inapetencia o pérdida de peso.
Los trastornos más comunes son:
- Neoplasias: linfosarcomas, leucemia linfocítica, enfermedades mieloproriferativas
- Mielosupresión: anemia, trombocitopenia, granulocitopenia
- Inmunosupresión: Linfopenia, linfocitos anormales, reactivación de la infección latente.
- Problemas diversos: digestivos, respiratorios, renales, neurológicos, reproductivos, dermatológicos y enfermedades hematológicas (anemias), neoplásicas (linfomas), dentales (gingivitis), oculares (retinopatías), de origen hereditario (retraso del crecimiento, debilidad), etc.
La esperanza
de vida va desde meses hasta años tras el contagio y no
inmunización contra la enfermedad. Depende de la edad en el momento del contagio (cuanto
más pequeños o más ancianos sean los gatos, peor pronóstico) y
de los cuidados, prevención y tratamiento que desde el hogar,
reciba el gato. en general, podríamos decir que iría desde el extremo peor
de unos meses (por ejemplo un
gatito contagiado de pocos meses) a la experiencia real de muchas personas que
tienen uno o varios gatos positivos adoptados que viven tanto y tan bien como
un gato negativo, pasando por la estadística
teórica de unos 5 años de vida tras la activación de la
enfermedad (cuyo periodo asintomático depende de todo lo comentado antes: edad
y hogar).
Aunque gracias a la prevención y
fragilidad del virus (vacunas, higiene, rápida desactivación del virus al
liberarse) es factible la convivencia entre gatos negativos y positivos a
leucemia, no es recomendable, tanto por prevenir al negativo
del pequeño porcentaje de contagio de leucemia, como por prevenir al positivo
de leucemia de las enfermedades y parásitos que el negativo pudiera
transmitirle. La adopción ideal de estos gatos sería ser
adoptados ellos solos o, en todo caso, con otros gatos positivos a leucemia. Para evitar
la transmisión de la leucemia a otros gatos y proteger a nuestro gato positivo
de factores de riesgo, debemos no dejarlos salir al exterior
(si tuvieran la posibilidad de hacerlo, castrarlos es una buena medida para
evitar esa necesidad de salir), controlar el contacto con otros gatos (visitas
familiares, etc) y, si quisiéramos adoptar un nuevo gato en la familia junto
con el/los que ya tenemos, debemos confirmar que ni nuestro gato, ni el que
deseamos adoptar sea positivo para evitar riesgos innecesarios para unos y
otros.
Debemos acudir a nuestro veterinario en la habitual revisión anual y siempre que
veamos algún tipo de cambio o desmejoría en nuestro gato.
Hace años incluso una minoría de
personas a día de hoy, creen en la eutanasia como única posibilidad de estos
gatos positivos. Sin embargo, gracias a los avances veterinarios y a la
experiencia de muchas personas, podemos decir que estos gatos quieren y pueden
tener, una vida tan feliz como la de cualquier otro gato. Si
nos preocupa la esperanza de vida, ni positivos ni negativos tienen un “papel”
bajo la patita que certifique “cuánto” va a vivir. Sólo debería preocuparnos el
“cómo” y estos gatos, en los refugios de animales
abandonados, son los grandes olvidados, son aquellos que sufren
aislados normalmente de sus compañeros, mientras ven cómo nadie pregunta por
ellos.
Ser positivo no significa ser transparente o invisible. No
significa haber perdido el derecho a encontrar un hogar, a ser feliz.
De nosotros, los humanos, depende informarnos bien y mirar a través de esos ojos
que piden que les llevemos con nosotros a casa, de esos gatos
que necesitan ser adoptados tanto o más que los negativos, de esos
gatos a los que muy poca gente quiere mirar.